Friday, September 10, 2010

Barichara, la aldea escarlata

Una apacible villa de calles adoquinadas, arquitectura de piedra, tapia pisada y balcones de madera.



El camino que lleva desde San Gil hasta Barichara tiene momentos célebres. Poco después del amanecer, esta tierra cobriza ofrece un espectáculo insospechado: un manto de niebla, se apega al suelo y se resiste a correr, aparecen fortuitas figuras humanas que se mueven sombrías entre árboles nativos de matarratón, mirto, higuerón, caracolí cují y cañofisto, mientras se multiplican los mugidos en las fincas ganaderas aledañas y, de vez en cuando, se divisa la silueta de algún ciclista.

Más tarde, sólo el poder del sol logrará que la niebla desaparezca. Santander es un departamento topográficamente muy diverso donde se pasa fácilmente de las mesetas áridas a los páramos helados.  La meseta de Barichara, en la Provincia de Guanentá, es una de esas extensiones planas enclavada al norte de la cordillera de los Andes, dentro del intrincado sistema montañoso santandereano, junto con las de Ruitoque, Bucaramanga, Los Santos, Plan de Armas y otras.
En esta zona de gestas libertadoras, tuvo su asentamiento la cultura Guane, que además tenía bajo su dominio Charalá, Oiba, Socorro y San Gil, lugares que dejaron un legado arqueológico importante donde los enterramientos funerarios de los caciques iban acompañados de sus mujeres y esclavos, sus adornos de oro y esmeraldas, sus estatuas talladas y también su armamento. Barichara para los  Guanes significaba lugar para el descanso.
Como casi todas las poblaciones andinas, ésta tiene su mejor momento en las primeras horas. Por eso salimos temprano a sobrevolar el centro de la villa. Las calles vacías de su armonioso trazado transpiran una clara atmósfera colonial. Las calles adoquinadas de piedra labrada, sus balcones, sus portones y la tapia pisada de su arquitectura la han hecho acreedora al título de Monumento Nacional.
El rasgo distintivo de Barichara desde el aire es sin duda el conjunto de techos en teja de barro que conservan por igual el lustre señorial, el abrigo de sus moradores y el sabor añejo de su historia. El pueblo es la fusión de solo tres colores: el rojo predominante de sus cubiertas, el blanco de sus fachadas y el verde de los árboles y balcones. Este es otro de esos escasos pueblos que no han sucumbido al progreso y en el que la arquitectura se licua de forma armoniosa con el paisaje mismo.
Barichara debe su inicio a un trozo de piedra y a la creencia e insistencia de un campesino.  A comienzos del siglo XVIII, éste y otros labriegos creyeron ver la imagen de la virgen en una piedra,  episodio que marcó el origen de  un asentamiento progresivo que, con el apoyo del cura de San Gil en 1705, erigió una ermita para venerar el hallazgo. Cuenta la historia que el 20 de Enero de 1.741 le escrituraron los terrenos para la fundación de la parroquia al Capitán Francisco Pradilla Ayerbe y en Julio de 1751 obtuvo el título de parroquia independiente cuando los habitantes entusiasmados por Martín Pradilla decidieron levantar un templo que sería terminado 20 años después  para colocar su ídolo.
Desde el aire sobresale esta Iglesia de la Inmaculada Concepción y San Lorenzo Mártir (equivocadamente llamada "catedral"), orgullo de los barichareños y cuya cúpula guarda un parecido con la de la Basílica de San Pedro, edificio principal del Vaticano. 

Un acercamiento fotográfico distinto
En esta oportunidad y con el apoyo de las autoridades del municipio, hemos despegado en la carrera 7ª, frente a la plaza principal, a bordo del globo Rainbow I. Hemos escogido este lugar  para obtener imágenes a baja altura (menos de 100 metros sobre el terreno) de la iglesia de la Inmaculada Concepción, la plaza, los jardines y los balcones de la villa.    
Volamos sobre la plaza principal durante unos minutos, suficientes para que la niebla se marche y permita que la arquitectura de Barichara pose graciosamente para la cámara. Abajo, la cuadrícula de sus calles parece trazada con regla. Como telón de fondo  se levantan al occidente las nubes que dejan insinuarse al cañón del Río Suárez  y también al famoso camino a Guane.  Hacia el sur-oriente la entrada a Barichara famosa por los artesanos talladores, bien llamados por alguien, tejedores de piedra.
Tomamos altura para divisar el Parque para las Artes, al lado de la capilla más bella, la de Santa Bárbara.  Luego, tomamos rumbo al suroeste para curiosear sobre los patios y habitaciones interiores, en particular, las camas que acabamos de dejar sin tender en la casa de Francisco Serrano, quién gentilmente nos la prestó para ubicar nuestra base de operación y comunicaciones. Luego viramos suavemente al sur, lo que nos permite pasar junto al hospital y a la casa que vio nacer a Aquileo Parra, primer y único presidente santandereano de Colombia.
Es un vuelo revelador: la sucesión de tejas de barro de techos a cuatro aguas en casas contiguas producen un efecto estético singular, solo posible desde el aire. Los aleros inclinados, el pañete blanco, los pisos en baldosa y la carpintería en madera de puertas y ventanas contribuyen a enfatizar el arraigo de las casas en este lugar. Como apunta su himno, ¡Oh, Barichara, balconcito del cielo!

*Este proyecto es posible gracias a  IM Editores  y Juegos del Aire Colombia quienes han formado la iniciativa llamada desdelaire.com y también a Google.